miércoles, 16 de diciembre de 2009

“It is difficult to get a man to understand something when his salary depends on his not understanding it.”

Tras dejar de escribir en Octubre con el comentario estructuralista del Nobel de Obama, buscando estaba una excusa válida, fuerte, inspiradora que me obligará a sacudirme esa pereza volcánica que tenemos los aburguesados y me pusiera firme delante de la pantalla. Han pasado, no os voy a engañar, un montón de ideas por mis dedos durante estas ocho semanas pero sólo sentía hoy la necesidad imperiosa de contar. De contar lo de nuestro buen colega Lieberman, que está poniendo en brete al Partido Demócrata en el Senado de los EEUU cuando apenas quedan unos días para que “pasen” (voten afirmativamente) la nueva reforma sanitaria.

Gracias pues, Joseph Lieberman de Connecticut, por reencontrarme con estas líneas.

El caso es que antes os pongo muy brevemente en antecedentes. Hace mucho que no escribo, necesito calentar y os doy a vosotros, lectores, una mínima introducción de dónde nos encontramos en esto del Sistema de Salud estadounidense. Y lo hago porque la información que desde España, desde Albacete, recibimos sobre la política de EEUU viene mediada por unos cuantos periodistas que contar, contar, no cuentan, sino copian de las portadas de los principales periódicos. Dejo esto para otro día.

Decía que en EEUU la cosa va como sigue. Se está en medio de la reforma de un sistema sanitario que se ha demostrado abiertamente injusto y económicamente inviable. La House of Representatives preparó su propia ley de reforma sanitaria y la aprobó algo ajustadamente pero con más margen del que los periodistas españoles creen (también esto para otro día).

La reforma tiene la idea de cambiar las condiciones de los seguros, aumentar los deberes de las empresas que los proporcionan (no podrán denegar cierta cobertura si tienes condiciones médicas preexistentes, los abusos serán eliminados y corregidos), subvencionar la compra de un seguro a las familias de clase media y baja y, por último, dos importantes características: habilitar la posibilidad de una opción pública a nivel del estado (public option, the government-run insurance option) que compitiera con los privados y les forzara, probablemente, a abaratar costes; y permitir a los mayores de 55 años solicitar previo pago su entrada anticipada en el seguro médico nacional ya existente para la Tercera Edad (el conocido Medicare). Como la opción pública fue pronto calificada (y descalificada) de socialista, sólo les quedó a las bases más progresistas lo segundo: la extensión de Medicare (Medicare buy-in clause).

Por otro lado, vamos preparando el marco, hay que presentar la composición actual del Senado: 58 demócratas, 2 independientes (el colega Lieberman y mi tocayo Bernie Sanders de Vermont) y 40 republicanos.

Pues el caso es que ahora se está en la recta final de la tramitación de esta bill por el Senado. Y aunque para aprobarla se necesita sólo mayoría simple, 51 votos, bien es cierto que las normas de la institución permiten un boicoteo a veces no muy sutil si no se cuenta con una mayoría de 60 senadores. Habréis oído hablar del filibustero, que no es nada más que la posibilidad que tiene cualquier senador de obligar a la cámara a seguir deliberando ad infinitum, a no ser que esa mayoría de 60 declare el debate cerrado con un cloture vote (voto que dice algo así como ¡ya basta de deliberar! ¡votemos!).

Y ahí estamos, negociando entre diferentes senadores, los más progresistas diciendo que por supuesto, que vayamos para adelante, los demócratas más moderados casi todos ya convencidos de que sí que hay que sacar esta ley, los republicanos completamente en contra y, en medio, vendiendo su voto por oro fino a aquel bando que más dé, dos senadores veleta, el independiente Joseph Lieberman y el demócrata Ben Nelson de Nebraska.

El Senador Nelson ya ha conseguido lo que quería, y es, grosso modo, que se elimine la posibilidad de realizar abortos en la cobertura médica de los seguros. Así, digo yo, Senator Nelson se asegura que nadie le adelante por la derecha en su estado mayoritariamente conservador el día de la re-elección.

Eso nos pone 59 para los demócratas, 40 para los republicanos y un indeciso del que depende el cloture vote, la anulación de un posible filibustero ergo, eventualmente, la aprobación por el Senado de esta ley.

¿Y que quiere ese indeciso, ese Lieberman equilibrista, ese voto tan necesario para unos y para otros? ¿Qué quiere el viejo zorro? (Y digo viejo zorro porque Lieberman lleva ya mucho en el Senado y fue candidato a Vicepresidente con Gore en aquellas elecciones del 2000.)

Pues él no lo sabía muy bien, no lo tenía claro. Tiene que sacar tajada pero no sabe qué pedir. No sé cuán listo será, pero como Senador le presupongo algo de criterio, le presupongo análisis, presupongo que tendrá un equipo que se informará, que él mismo será curioso y buen entrevistador, que conocerá los detalles o, al menos, los grandes principios. Que, por tanto, las razones para su apoyo o para su no apoyo serán inteligente o, al menos, lo mínimo que tienen éstas, razonadas.

Y es en esa desazón tan dolorosa, en ese qué hacer que le paraliza, que se levanta un día y se encuentra con que a los progresistas demócratas les gusta esta propuesta, que la podrían aceptar. Que ya llegado el punto de comprometerse, los progresistas demócratas han dicho que aceptarían esta versión descafeinada de su public-option inicial, todo ello por el bien de los que queden dentro, por el compromiso político, por la legitimidad de la decisión y del sistema, el interés nacional, los checks and balances, la reconciliación con los que no se quieren reconciliar y por el sursum corda.

Y el pérfido Lieberman dice, “esta es la mía”, y dice:

Congressman Weiner made a comment that Medicare-buy in is better than a public option, it's the beginning of a road to single-payer," Mr. Lieberman said. "Jacob Hacker, who's a Yale professor who is actually the man who created the public option, said, 'This is a dream. This is better than a public option. This is a giant step.'

“[I am] particularly troubled by the overly enthusiastic reaction to the proposal by some liberals, including Representative Anthony Weiner, Democrat of New York, who champions a fully government-run health care system.”

Poco importa ya que él aprobará la idea hace unos tres meses, no importa que se presentara con una reforma similar en la campaña de Al Gore en el 2000, no importan pues los que se queden fuera de la cobertura, no importa el compromiso ni reconciliarse ni el interés nacional ni lo bueno que es acordar posiciones intermedias, ni el diálogo que nos ha llevado a ellas. No importa digo que sea una buena solución, la mejor que se podía lograr con la distribución de fuerzas del Senado. Da todo igual.


“Si la apoyan los liberales,” – parece decir Lieberman – “yo no la voto. No me cuentes detalles del plan, no me des información, no me cantes lo bueno ni me relates tus cuitas” – continúa – “que yo, yo, voy a votar que no.”


“It’s yet another sign, as if you needed one, that Lieberman’s current opposition to the Senate proposal doesn’t appear to have any roots in a genuine policy disagreement.”

¡Ahí queda del político racional, bien informado, buen consumidor de leyes, de propuestas! Como dice Krugman cuando se encuentra con el ofuscamiento de los políticos ante la realidad de algunos hechos: It is difficult to get a man to understand something when his salary depends on his not understanding it.

Es curioso percatarse de que una reforma que puede cambiar la existencia y la calidad de vida de unos 30 millones de personas en el país más rico y poderoso del mundo dependa, en esta última instancia, en estos últimos días, de alguien que parece (y digo parece porque no tengo el gusto de conocerle, porque la distancia desde Albacete a DC es considerable, porque no quiero parecer absolutista) regirse por una forma de procesar la realidad totalmente ideológica.
Tan impredecible como un mono con una navaja.

Estimado Senador Lieberman, Ud. nunca, nunca leerá esto, y probablemente le dé igual, insonorizado en su rica casa de Connecticut de los problemas de la gente de a pie, pero quiero expresarle desde esta tribuna lo que muchos compatriotas suyos y amigos míos, gente que conocí en los barrios más pobres de Brooklyn y Philadelphia, mis colegas que tenían trastornos respiratorios por constipados mal curados cuando eran adolescentes, le dirían que no puede permitirse el lujo de actuar como lo está haciendo, que por muchas cuentas pendientes que tenga o ánimo revanchista le invada cuando se despierte, hay unos 50 millones de EEUU que carecen de seguro médico, que llevan sin recibir ninguna atención ni cuidado primario desde casi que nacieron, que su voto es moralmente incorrecto (y también utilitaristamente erróneo, pues mantiene a una parte de la población enferma, dependiente, improductiva) y que, a nuestro pesar, no podemos más que desearle mal.

“Decisions are hard,” Mr. Rockefeller said, describing what was discussed in the caucus meeting. There was “some feeling that nobody has the right to hold up everybody else,” he added. “On the other hand, the system is what the system is.”
Y es que, como decíamos en la campaña de Diana Reyna, "at the end of the day, it is what it is."




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