sábado, 8 de febrero de 2014

Industriosa Defensa

Bernardo Navazo, Coordinador de Defensa de la Fundación Alternativas
(Post publicado originalmente en el blog de la Fundación Alternativas de El País)



De los riesgos y amenazas a los que se enfrenta nuestra comunidad política la Estrategia de Seguridad Nacional da buena cuenta. Cuenta España así con un glosario de los primeros ante los que debe asegurarse (p. ej., catástrofes naturales, proliferación de armas de destrucción masiva, inestabilidad regional) y de las segundas ante las que protegerse (mantenimiento de la disuasión, terrorismo internacional, crimen organizado, inter alia).

Y para llevar a cabo tales tareas de seguridad y defensa, nosotros, como comunidad política, encargamos ésta a varios departamentos (un Ministerio de Defensa, un Ministerio de Interior, un Centro Nacional de Inteligencia, etc.), departamentos que, a su vez, requieren de ciertos activos militares (sistemas de armamento y de protección, entre otros) que son (lógicamente) producidos por industrias, al tiempo que se procura (y este razonamiento no es ya tan evidente) que las importaciones no sean más que las mínimas y que la producción de estos sistemas sea (casi) siempre propia.

“Que las importaciones [de defensa] no sean más que las mínimas y que la producción de estos sistemas sea (casi) siempre propia”.

¿Por qué este (algo anacrónico) alegato a la autarquía en la industria de la Defensa? La razón, doble. En primer lugar, si debemos gastar en Defensa (gasto, a primera vista, no productivo[i]) para proteger la comunidad política que conformamos, que deje al menos ese gasto retornos económicos dentro de nuestras fronteras (puestos de trabajo cualificados, tejido industrial y tecnológico). Y en segundo lugar, y en pro de la capacidad de acción independiente del país ante una crisis de seguridad propia, mejor no depender de un suministrador o fabricante extranjero sobre el que, en caso de extrema necesidad y urgencia, no tendremos más poder de persuasión que la letra del contrato (and we all very well know que inter arma silent leges).

De ahí la especial imbricación de la industria del sector con la seguridad y la defensa del país en el que nace. Y es que la independencia estratégica y capacidad de acción de dicho Estado depende no sólo, y entre otras variables, de sus capacidades militares, sino también de sus capacidades industriales tecnológicas: que ante una crisis de seguridad la acción que decidamos emprender no necesite del plácet o de la anuencia del suministrador extranjero que proporciona ese activo militar o esa tecnología que resultan críticos.

De este modo, y si pueden permitírselo, los Estados buscan eliminar estas dependencias industriales de terceros (cuya reacción en un momento de crisis permanece fuera de control).  

Así, la industria de Defensa es Defensa. Y si, como abríamos este post, de lo segundo pensamos estratégicamente (qué riesgos, qué amenazas, qué oportunidades; cómo asegurarnos, cómo protegernos, cómo aprovecharlas), ¿cómo no lo haremos del primero? (Para tales riesgos y amenazas no compartidos, para tal oportunidad, estos sistemas de armamento, aquellas avanzadas tecnologías)

Parafraseando al clásico, “la industria y la tecnología son los tendones de la Defensa”.[ii]

Sirva el introito anterior, algo extenso, como un sucinto resumen de las justificaciones estratégicas de la existencia de una industria de la Defensa, justificaciones, se admite, para las que el adjetivo “modernista” sienta pintiparadamente (ya que hablamos de autarquía, de “industria de la soberanía”,  de estados independientes, etc.).

Pero los nuevos vientos no están ya tan en consonancia con estos supuestos.

Y así el pasado Jueves 6 de Febrero la Fundación Alternativas se preguntó, en voz alta y acompañada por la Secretaría General de Política de Defensa del Ministerio y varios amigos y socios de la Fundación, cómo los supuestos sobre los que se asienta, la lógica que se aplica y las conclusiones del razonamiento anterior (que hemos denominado “modernista”) se ven modificados por los acontecimientos geopolíticos de la última década, enmarcando el debate con la publicación de un documento recién salido de imprenta por título “La Industria de Defensa en España y sus capacidades tecnológicas”.


¿Cuáles son esas dinámicas globales que alteran el equilibrio en el que habitaba la industria de Defensa y a las que busca este documento dar respuesta? A saber, i) la crisis económica y su consiguiente consolidación de gasto público, Defensa incluida; ii) la transferencia de poder de Norte a Sur y de Oeste a Este; iii) la “securitización” de la Defensa[iii]; y iv) nuestra sempiterna vocación europeísta e integracionista y el impulso dado en la Unión Europea a la Política Común de Seguridad y Defensa en el Tratado de Lisboa y, más recientemente, en el Consejo Europeo del 19 y 20 de Diciembre del pasado año.

Lo primero (austeridad en el gasto de Defensa) implica que el principal cliente de nuestras industrias, los Ejércitos, no será suficiente para permitir la viabilidad de éstas, amenazando así su supervivencia y haciéndonos dependientes, de no mediar solución, de suministradores extranjeros.

Lo segundo (un nuevo tiempo post-europeo) y lo cuarto (¿una posible europeización de la Defensa?) conlleva que la emergencia del resto del mundo y nuestro ya minúsculo y decreciente peso relativo en los asuntos globales (si en estos asuntos intervenimos como países independientes) suponen un acicate a la puesta en común de capacidades militares e industriales, una tarea hercúlea al lado de la cual el compartir moneda y sus problemas asociados pueden ser considerados, por su sencillez al comparar, con desdén.

Lo tercero nos recuerda la nueva naturaleza multidimensional de las amenazas y que éstas infligen su daño en terrenos más cercanos a la seguridad (ciberataques, protección de infraestructuras críticas, terrorismo) que a la defensa (nada de lo anterior amenaza nuestras fronteras físicas – con matices), ergo cualquier estrategia de supervivencia de la industria de la Defensa debe admitir que los límites entre lo que se considera tecnología civil y tecnología militar se han difuminado.

Así, una industria “modernista” (autárquica, independiente, nacional-estatista, militar) debe imaginar cómo adaptarse (¿abrazar? ¿moldear? ¿versatilizarse?) al nuevo mundo que asoma.

Estas son las bases de nuestra industria, estos son los retos a los que se enfrenta y estos son los temas sobre los que Constantino Méndez, Manuel García Ruiz, Jaime Denís Zambrana y Francisco de Argila Lefler, autores del documento, en éste discurren.




Y si es habitual escuchar aquello de que "son los aficionados los que se interesan por las batallas y los expertos los que deliberan sobre industria y logística", lean pues este documento, siéntanse unos expertos y debatan con nosotros soluciones a los siguientes problemas que confronta el país (pues para esto, ni más ni menos, existe una fundación como Alternativas: aportar a la ruidosa conversación pública con honestidad intelectual y, admitido, vocación progresista): ¿qué riesgos y amenazas son propios de España y para los cuales, por tanto, se necesita mantener una capacidad de acción independiente? ¿Con qué otros Estados podría España, en su opinión, cooperar en materia de Defensa y Seguridad? Y por mera curiosidad del que escribe estas líneas, ¿con qué países jamás entrarían Uds. en un matrimonio de conveniencia en estas lides?





UNA NOTA: el documento se publicará en la página web de la fundación el próximo lunes día 10 de Febrero.

UNA ADENDA: el interés de la Fundación Alternativas, el Observatorio de Política Exterior española y de su área de Defensa es el de promover el debate en estos asuntos (siempre tan controvertidos y delicados) de la Seguridad y Defensa. Al tiempo, el realizar un control externo al Ministerio y a la Política española de Defensa (muy importante tarea) y proporcionar análisis desinteresado desde una óptica progresista conforman también el leit motiv de nuestra acción.





[i] En realidad, procurar un espacio de seguridad y orden constitucional es un sine qua non sobre el que construir una economía: nadie invierte (nadie amplía su negocio, nadie contrata, nadie emprende, nadie comercia) en zonas en conflicto (pues no sabes si lo creado será respetado o si siquiera seguirá en pie mañana). Visto de este modo, es el gasto en Defensa, en esa primera instancia, altamente productivo (sin él no hay nada). (Cf. Adam Smith, The Wealth of Nations)
[ii] El ciceroniano “endless money forms the sinews of war.”
[iii] Esto es, que los Estados han dejado – con matices – de percibirse entre sí como fuente principal de amenazas y éstas han devenido transnacionales y amorfas. Amenazas que está de moda definir con el adjetivo tan certero como pedante de “proteico”. Proteicas, pues, amenazas.

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