miércoles, 2 de septiembre de 2009

Distrito 34 (II) – Gentrification

Perdón, me he dado cuenta de que perdí el hilo.


Me entusiasmo con ese tema – moralidad en RRII, comportamientos éticos en una guerra, una campaña electoral como conflicto limitado (excepto en aquellas ocasiones en las que es ilimitado) – y me pierdo.


Describamos el campo de batalla en el que la anterior contienda está teniendo lugar.



El distrito engloba tres áreas bien diferenciadas.


Williamsburg


La primera, la más famosa y conocida por muchos, es Williamsburg, zona que en los últimos años ha sufrido un proceso de gentrification (movilidad de la población dentro de la ciudad, cambios poblacionales que aquí en los EUU han sucedido mucho más rápidamente que en Europa, pues tienen lugar en tan sólo cinco o diez años). Un barrio que en los años 30 estaba poblado por italianos, comenzó en los 40 y tras la Segunda Guerra Mundial a absorber población judía ortodoxa para más tarde ser puertorriqueño y ahora poseer mayoría dominicana. Algo que en estos últimos cinco/diez años ha comenzado a cambiar de nuevo pues bohemios y hipsters del Lower East Side se están mudando a los alrededores de Bedford Avenue, arteria principal de Williamsburg.


Esto ha hecho que los precios se hayan disparados y nuevos habitantes, hipsters, blancos, jóvenes o de mediana edad, lleguen al barrio con alto poder adquisitivo. Los alimentos, los servicios y, sobretodo, los alquilares empiezan a igualarse a sus equivalentes de Manhattan y la comunidad latina existente se ve empujada hacia el Este, hacia Ridgewood, principalmente.


WBurg Hipsters



Una de las trabajadoras de Diana me explicó un día como sus padres se enamoraron escuchando bachata en las calles del Lower East Side (LES): “jangueando en la calle”, cuando en los 60 esa zona de Nueva York era predominantemente latina. Cualquiera que haya visitado Manhattan recientemente sabe que lo que predomina ahora en el LES de NY son jóvenes, burgueses y artistas afamados sin ánimo revolucionario. Salvo algunos grupúsculos, hace mucho ya que se dejó de escuchar merengue en las calles del Lower East Side.


Estoy lleno de prejuicios, lo sé, y de ahí lo de “artistas afamados sin ánimo revolucionario” pero en verdad esto tiene su lógica. Cuando el Greenwich Village era una zona complicada, con violencia por drogas relativamente extendida, o cuando la Plaza Tompkins en el centro del Lower East Side epitomizaba los problemas crónicos de la sociedad estadounidense (años 80, pobreza, exclusión social, marginación, heroína, SIDA), intelectuales de pocos medios vivían en dichas zonas pues los alquilares, las rentas, eran mucho más baratos. La vanguardia más progresista convivía, que no necesariamente coludía, con cierta criminalidad y con minorías que, no pudiendo escapar de la espiral de la pobreza, ahí trataban de salir adelante, en barrios en los que era mejor no asomarse a partir de las 9 de la noche. Ese era el Manhattan de Barack Obama en 1983 cuando estudiaba en Columbia y, como dijo en octubre del año pasado al visitar brevemente nuestra Universidad, “the buildings of this area were not that nice then.”


Con los cambios que la ciudad experimentó a finales de los ochenta y principios de los 90 – en especial el descenso de criminalidad, el boom económico con Clinton, Giuliani y su teoría del cristal roto – una población blanca con alto nivel adquisitivo se mudó al Greenwich y al Lower East Side atraída por los bajos precios y la recién estrenada sensación de seguridad. Y como estos nuevos habitantes elevaron los precios, los verdaderos artistas y los latinos cruzaron a nado el East River y se fueron hacia Brooklyn, hacia Williamsburg primero y más tarde hacia Ridgewood.


Así que durante lo que quedaba de siglo XX, la población dominicana se asentó en Williamsburg y en el distrito 34, cerca de su antigua comunidad, el LES y el Village, pero al otro lado del rio. Lo que se quedó y permanece aún en el LES y en el Greenwich son intelectuales de postín, estudiantes internacionales de Columbia y de NYU (New York University) que han optado por vivir ahí, y algún famoso estadounidense que compró su apartamento en la Gran Manzana (Tom Hanks, Meg Ryan, Bruce Willis, el protagonista de “Doctor en Alaska”, al que una noche vi a lo lejos, de espaldas.)


Sobre esta línea argumental (que los intelectuales parten y los intelectualoides llegan, que generaliza, lo sé, pero explica bien, en mi opinión) no hace falta que a pie juntillas creáis lo que escribo. Don’t get my word for it. Aquí tenéis a alguien de la misma opinión:


http://www.nytimes.com/2008/08/05/books/05squa.html?_r=1&hp


Y lo que aquí discuto que tuvo lugar hace diez años vuelve a repetirse en Williamsburg. Y es que esa tregua desde el éxodo a principios de los 90 se ha vuelto a romper. De nuevo población con más recursos, más clara la piel y mayor educación se muda al distrito 34, repitiendo de nuevo la misma crónica de acontecimientos que ya rompió la comunidad latina del bajo Manhattan. Y ahora, esos latinos, se ven obligados a mudarse hacia el interior de Brooklyn y Queens.


FLUJOS DE POBLACIÓN EN EL SUR DE MANHATTAN (1980-2010)

Elaboración: Eduardo Mayoral (¡gracias!).

Esta es la causa de los principales problemas del distrito 34. Si es una zona con población muy dependiente, relativamente alta criminalidad, gran fracaso escolar y una renta media por debajo de los 18,000 dólares (que cualquiera que haya estado en NY sabe que es una miseria), ¿cómo puede, por ejemplo, dicha población optar a viviendas en su distrito, en su propia comunidad, cuando llegan jóvenes profesionales de Manhattan que cobran tres, cuatro o cinco veces esa cantidad y pujan también por el mismo alojamiento?


Pero el proceso de “gentrification” no es sólo particular de esa zona de Manhattan. En los últimos años la isla ha emblanquecido, cambiando lo que siempre fue el carácter interracial neoyorquino: el crisol de culturas, el melting-pot y su multiculturalidad.


Nueva York y Manhattan fueron multirraciales durante el siglo XIX y gran parte del XX. La inmigración llenó ambas de grupúsculos como Chinatown, Little Italy, Korean City, Harlem, el Harlem Latino, los enclaves puertorriqueños y dominicanos del Lower East Side y alguno más que ahora olvido.


Pero ya Manhattan hace mucho que se convirtió en una isla blanca. El boom económico de los 90 y la globalización tuvo un impacto dramático en su configuración. Wall Street y el Midtown repartieron dinero a raudales a los que ahí trabajaban, lo que atrajo a más población internacional y estadounidense de un poder adquisitivo alto, que a su vez expulsó poco a poco a los habitantes locales que hablaban chino, coreano, italiano (todavía), hindi y spanglish.


Quien haya estado por aquí seguramente me dirá que no, que en Manhattan todavía se ven latinos, afroamericanos, indios y asiáticos, pero la pregunta relevante no es tanto dónde trabajan sino dónde viven esos grupos raciales. Ninguno de ellos vive en Manhattan. Ahí trabajan y toman el metro o el tren todos los días pero en su mayoría, y muy pequeñas son las excepciones, provienen de Queens, del norte de Brooklyn o del Bronx. Manhattan es ahora una isla blanca, con una población relativamente joven y, sí acaso, lo poco interracial viene dado por la internacionalidad de su economía y el sector internacional público (ONU y similares). Pero no, no nos engañemos, Manhattan es blanca. Y rica.


Y sí me he entretenido aquí algo más de lo necesario se debe a que entender el proceso de “gentrification” que tiene lugar en Nueva York es la clave para comprender los problemas que sufre la población del distrito que Diana Reyna representa: la necesidad perentoria de vivienda asequible para una población con pocas oportunidades laborales, la carencia de servicios públicos de calidad e incluso de seguridad y protección por parte de la policía, lo lamentable del estado de algunas escuelas públicas.


Pero no os preocupéis, en cuanto los niños de esta población blanca que ahora llega joven empiecen a nacer y necesiten escuelas, y parques, y jardines, esos servicios florecerán. ¿Y por qué? Porque en el extremo, lo único que ata a la élite política con la población es el voto y la participación. Y como he dicho, siendo un barrio pobre y con bajos niveles de educación, la participación política en general y electoral en particular del distrito es mínima. Tan mínima que la gente no se inscribe en el censo, el instrumento que determina cuántos son los recursos que esa zona recibe. Ergo sin voto y sin población oficial, no se tiene influencia política y simplemente “the government passes by.”


Bushwick


La segunda área es Bushwick, la antigua zona rica del norte de Brooklyn. Hasta el apagón del 13 de julio de 1977, Bushwick sobresalía por su propia avenida Broadway, por la que transcurrían (y aún transcurren) las líneas J y Z, repleta de caras tiendas de muebles y multitud de teatros y restaurantes. Yo no estaba allí y no me ha dado tiempo a comprobar ninguna fuente impresa de la época pero según me han contado algunos vecinos, ese apagón supuso el fin de la belle epoque de Bushwick. Las veinticinco horas de anarquía, saqueos, violaciones, robos, atracos, inseguridad y violencia que siguieron a ese accidente eléctrico destrozaron la vida en esa parte de la ciudad. Y desde entonces, tras esa abrupta caída en la calidad de vida, Bushwick fue cayendo inexorablemente en las manos del crimen organizado primero, la droga después y actualmente “las gangas.” Una zona un poquito rough.


Recuerdo que en la conversación que mantuve con estos vecinos en medio de Bushwick, uno de ellos me preguntó:

- Until what time are you gonna be around, kiddo?

- I guess until it gets dark, 8ish.

- Yeah, that’s ok. You better get out of here before 8 because it gets a bit messy.


- ¿Hasta qué hora te quedas, chico?

- Hasta que anochezca, sobre las 8.

- Sí, bien, porque después de las 8 la cosa se pone fea aquí.


Ridgewood


Y por último Ridgewood, un antiguo barrio de emigrantes de Alemania y Europa del Este que llegaron a Estados Unidos durante la depresión de los años 30 y en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial. Esa población, ya totalmente integrada y aumentado su poder adquisitivo, se mudó hace mucho hacia el interior de Long Island, más allá de la ciudad de Nueva York. En su lugar, la comunidad latina que ya no puede pagar los precios de Williamsburg encuentra aquí su acomodo ahora. Es la única parte del distrito 34 que no pertenece a Brooklyn sino a Queens y es un apósito que se añadió después del censo del año 2000. Esto nos llevaría a una discusión sobre el censo de EEUU y lo que se conoce como gerrymandering pero esto lo dejo para más adelante.


Manhattan desde Ridgewood


Y así Bushwick, Williamsburg y Ridgewood conforman el distrito 34.


Estudiado a nivel macro, el proceso de gentrification resulta gracioso: la propia ciudad tiene vida, organismo que muta y devora partes que antes estaban fuera de su alcance, que altera otras que estables parecían. Pero lo cierto es que a nivel micro la gracia desaparece. Historias de comunidades destruidas por la llegada de nuevos inmigrantes, extranjeros y nacionales, son habituales. Al fin y al cabo, la historia propia de Manhattan.


Esta entrada pretendía nada más que presentar las tres grandes subdivisiones geográficas del distrito 34 pero hacerlo sin incidir sobre el proceso de “gentrification” era dejar al artículo cojo. No es un tema sobre el que alguien pueda tomar partido: la movilidad geográfica es parte del carácter estadounidense (el Mito de la Frontera del XIX, el “political clustering” de los 90) pero lo es aún más del neoyorquino. Los que ahora se desplazan anteriormente desplazaron a otros.

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